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La ALERGIA AL AGUA EXISTE y... ¡esta mujer es la prueba de ello! 

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Rebañando

¿Cuántas veces has escuchado -o dicho- a alguien esas mágicas palabras de '¿tienes ALERGIA AL AGUA'? No sé si en este momento la frase sigue de moda, pero supongo que conoces ese mito que apunta a un problema con el hábito de los baños. ¡Ay, no soporto ir en el metro y detectar que la gente no se ha dado una ducha refrescante por las mañana! No obstante, después de descubrir el verdadero caso de una mujer que tiene la prueba de que existen reacciones alérgicas al agua empiezo a sospechar que la leyenda urbana es más cierta que falsa. Lee, lee. 

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La urticaria acuagénica, así es como se llama el problema en el plano médico, es una enfermedad muy rara que solo afecta a 32 personas de todo el planeta. Para ellas un vasito de agua es como veneno. Una ''historia'' que cuenta de primera mano Rachel Warwick. Para ella, bañarse en una piscina es equivalente a nadar en lejía. Lo mismo que ingerir ese líquido. La mujer relata que tomarse un mísero vaso es como si  bebiese disolvente mientras que sumergirse en una bañera llena de espuma a la luz de las velas (como hice yo esta noche) es su peor pesadilla. ¡¡POBRE!! 

Rachel es alérgica al agua. Ese líquido básico y que compone cerca del 60% de nuestro ser, es veneno para su cuerpo, que se llena de ampollas cada vez que las gotas tocan su piel. El contacto con el agua, e incluso con su propio sudorle provoca erupciones dolorosas, hinchazón y picazón intensa durante varias horas.

"La reacción me hace sentir como si hubiera corrido una maratón. Me siento muy cansada después así que tengo que sentarme durante bastante tiempo. Es horrible pero si lloro mi cara se hincha", aseguró la mujer. Su enfermedad fue diagnosticada a los 12 años. Una erupción cutánea apareció en su cuerpo después de ir a nadar en la piscina. Por suerte, el médico que la vio sabía de la afección y lo tuvo muy claro desde el principio.

Aunque la dolencia no es mortal, la vida cotidiana de los pacientes se ve tremendamente afectada. Cuestiones tan simples como ducharse, lavar los platos, beber agua o sudar se convierten en un infierno.

Para minimizar los daños, el marido de Rachel se ocupa siempre de fregar los platos mientras que ella intenta no ducharse más de una vez por semana. Para no sudar evita por completo el ejercicio y siempre lleva ropa ligera. A lo largo del día, sustituye el consumo de agua por leche ya que sus efectos no son tan devastadores sobre su faringe. Cuando llueve, Rachel no se atreve siquiera a pisar la calle.

La enfermedad que padece es tan misteriosa que ni siquiera se le ha podido encontrar una cura.

¿Conoces a alguien con este problema?

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