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Lo que aprendí de Pippi Calzaslargas, la primera heroína feminista de nuestra infancia

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Rebañando

pippi se burlaba de los roles de género

A diferencia de la siempre bien portada Annika, Pippi no buscaba la aprobación ajena, sino que la desafiaba. Ella era segura de sí  y no esperaba el permiso de nadie para ser ella misma. Tampoco se sometía a los estándares de belleza. Siempre iba peinada con unas trenzas chuecas, combinaba la ropa como le daba la gana y mucho menos le importaba la opinión de los demás sobre su aspecto.

En un episodio, Pippi mira en el aparador de una tienda un anuncio de una crema que dice: "¿Tienes problemas de pecas?" Ella, campante, entra y dice a la empleada "Yo no sufro de pecas". Cuando la empleada responde "Pero niña, ¡tienes la cara llena de pecas!", ella simplemente responde: "Lo sé. Pero no sufro de pecas. Me gustan las mías. ¡Que tengas buen día!"

O qué decir de esos episodios en que va al mercado maquillada y emperifollada, con sombrero, vestido largo, joyas y zapatos llamativos. Su look, que raya en lo ridículo, nos recuerda cuán absurdos pueden ser nuestros estándares de belleza.


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